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Hartos de este pésimo espectáculo en el centro histórico llaman la atención con una pintada delante de los contenedores

Carriola.Redacción.26.07.22

Uno de los problemas más notables de cualquier gobierno municipal es encontrar el mejor sistema para la recogida de las basuras. Se intentan mil medios para ello pero , la proliferación de residuos de todas las casas de los pueblos y, en muchos casos, la falta de sensibilidad a la hora de reciclar adecuadamente, hacen que el problema además de existir, se aprecie demasiado. Marín no es ajeno a esto y, aunque me consta la intención de suavizar el problema, en muchas ocasiones es muy difícil.

La basura es un mal de esta sociedad actual en la que no sabemos muy bien cómo tratarla. En otros tiempos, hablemos de sesenta años atrás, los restos orgánicos los comían las gallinas que había en casi todos los patios de las casas e incluso los cerdos, cuyos dueños pedían la “levadura” que eran precisamente esos restos. Lo que no es orgánico servía para quemar en las cocinas de hierro o en las antiguas “lareiras”, que fueron desapareciendo en beneficio del gas, la vitro y otras modernidades. Por entonces no había recogida de basuras, servicio que empezó en Marín allá  al inicio de los cincuenta, con un pequeño camión que no recogía hierros ni cosas que no pudieran comerse los animales o quemarse en las cocinas.

Y con la modernidad llegó el sistema de los contenedores y hasta los contenedores subterráneos que, aunque la idea es buena, resultan un fracaso evidente como queda demostrado en los tres que hay en Marín, uno de los cuales ya fue eliminado hace tiempo y los otros dos se averían constantemente.

El resultado es lo que ocurre en la Plaza del Reloj donde los recipientes subterráneos están averiados con mucha frecuencia  y, aunque no lo estén, son insuficientes y acaban siendo rebosados de bolsas que no caben en su interior. La solución provisional es colocar contenedores de los antiguos para suplir a los enterrados, y el resultado es una imagen pésima y unos olores indecentes y tanto en esta plaza histórica como en la alameda donde la peste bubónica se junta con el olor de los calamares fritos mientras los comen los clientes de los bares en las terrazas, a tres metros de distancia-

Pintada reivindicativa

Y a algún vecino de la Rúa do Sol o Plaza del Reloj se le hincharon los “cataplines” de convivir con semejante espectáculo y se armó de pintura y brocha y pintó delante de los contenedores  y en el suelo la frase “¡Que asco!”, y por partida doble. Y no le falta razón, sin que justifiquemos el pintado sobre las piedras de la plaza, porque, la verdad, la verdad, ¡qué asco!.