Carriola. J.S.P. 04.08.21.
La ola empieza a descender parece ser que decididamente. Llevamos tres o cuatro días con menos contagios y después de haber llegado a doscientos y pico, la cosa empieza a remitir paulatina pero, como la vez anterior, o la otra, constantemente. Es verdad que ahora, aunque la cosa preocupa y a cada quien lo suyo, asusta bastante menos que el año pasado, cuando la vida nos cambió por culpa de un bicho invisible y cabrón que ha traído la desolación a muchas familias que han perdido, sobre todo a sus mayores que fueron cayendo a cientos y muchísimos de ellos, sin poder decir ni adiós.
Y cabe preguntarse si esta será la última ola de la pandemia que nos afecta. Creo que llevamos cinco y sospecho que, como las olas de la Lanzada, seguirán, por lo menos hasta nueve y a ver si para la cosa ahí. Cada vez nos asustará menos porque es una evidencia que, sea por efecto de las vacunas, sea por la inmunidad natural, aunque haya contagios a tutiplén, los ingresos en los hospitales son menos y más suaves y las UCIS a pesar de los pesares, también están más despejadas salvo de aquellos a los que les toca mayor castigo del Covid o de sus primos hermanos que, dicen los que entienden, son y pueden ser aún más, bastante latosos, si no peligrosos.
Esta quinta ola o la que sea, ha puesto en evidencia la irresponsabilidad de mucha gente que, sabiéndose contagiada con mayor o menor nivel, ha seguido su vida normal, entre los demás, ocultando su circunstancia sin reconocer que, un infectado por este bicho es una bomba de virus puesta en medio de los demás que, sin saberlo, en el mercado, en cualquier tienda, en la peluquería, en la panadería, en el autobús o en el ascensor de su propio edificio, son potenciales víctimas de contagios casi seguros y, por lo que se ve, a pesar de que uno se encuentre vacunado, porque no todo el mundo queda inmune al cien por cien de la enfermedad.
De doscientos y pico, como en la cuarta, la tercera, la segunda y la primera olas, iremos bajando y, acaso en algún momento, rápidamente hasta, a ver si es verdad, llegar a dos o tres como estábamos hace tres semanas. Y todo se volverá a repetir porque llegará el relajamiento general, porque nos olvidaremos del peligro y porque, pues miren, somos así.
Lo lamentable será que se vuelva a repetir lo de esta quinta ola porque hemos sabido de casos de familias enteras contagiadas por celebrar reuniones inconvenientes u otras “movidas” sociales, cuyos miembros o algunos de ellos, camparon por sus respetos por donde quisieron escondidos en el desconocimiento de los demás. A alguno se le cayó la cara de vergüenza cuando alguien le llamó la atención y entonces, después de haber contagiado gratis a Dios sabe cuántos, acabaron metiéndose en sus casas para cumplir lo que manda, no la autoridad sanitaria ni política, sino el mismísimo sentido común. Otros, como no fueron detectados a tiempo, todavía andan por ahí repartiendo virus a diestro y siniestro.
Y así no hacemos nada; seguiremos con la sexta la séptima, la octava y la novena, como las olas de La Lanzada, o más allá.