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Ciento veinte años de varaderos, astilleros y factorías navales, con la actual realidad de la pujante empresa NODOSA, en el Puerto de Marín

Carriola.Julio Santos Pena.16.02.22

Actualmente, el Puerto de Marín cuenta con uno de los astilleros más importantes de la zona que con el nombre de NODOSA se han ganado el mayor prestigio en la reparación, mantenimiento y, sobre todo construcción de barcos de todo tipo, contando con una gestión impecable y la modernidad de las instalaciones y capacidad de su gente. Pero el germen está puesto en los primeros años del siglo XX con la llegada del catalán Bofill Molfulleda que puso en marcha el primer astillero marinense

   El libro “Marín en las Tarjetas Postales Antiguas”, de Manuel Cendán Vilela, dedica un interesante capítulo de los astilleros y varaderos de Marín y pone sus antecedentes en las propias playas ahora ocupadas por los rellenos del puerto, donde los pequeños barcos de entonces varaban para su limpieza, y donde había carpinterías de ribera en Mouta y Tombo que construían pequeñas embarcaciones que luego, a la hora de llevarlas al mar, lo hacían sobre largas vías de madera preparadas al efecto por las que resbalaban hacia el agua los barcos.

Imagen actual de las instalaciones de NODOSA, con el muelle de reparaciones en medio

 

Un catalán tenía que ser

Y llegó en las postrimerías del XIX José M. Bofill Molfulleda quien crea varias empesas y, entre ellas una fábrica de aserrar para preparación de madera destinada a la construcción de barcos en el lugar de “O Tombo” (más o menos por donde está el actual ayuntamiento). Las crónicas de la época estiman que en las instalaciones trabajaban unos 300 obreros. En el año 1903, 14 de junio,  se botó el primer barco, el vapor “San Francisco”. Pero, asegura Cendán, “las cosas no le fueron bien a Bofill y sus bienes fueron embargados y subastados a los pocos años”.

Y ya en 1912 aparecen los primeros constructores de buques así reconocidos y fueron Antonio y Salvador Hermida y Brea; José Hermida Martínez, en 1915; José Villanueva Recamán en 1919; en 1920 ;   Frqancisco Santiago González y Hevia y Cía; Salvador Brea Prisque y José Romero Moledo, en 1920 y, de nuevo, Manuel Villanueva Recamán,en 1916.

La botadura del “Leónides Rodríguez” propiedad del asturiano Hermógenes Rodríguez, fue todo un inicio y se hizo en varias tentativas desde el el astillero de Francisco de Santiago González. Era un buque de 500 toneladas, tres palos, con 42 metros de eslora, 9 de manga y 4 de puntal, y el acontecimiento fue presenciado  numerosas autoridades e invitados que después compartieron  un copioso almuerzo en el Salón Veiga, de Marín.

Los primeros varaderos de Marín al borde del mar

 

Barcos de vapor

Cendán sitúa en 1913 la incorporación del vapor a los barcos lo que provocó la instalación de talleres mecánicos y la “Matrícula Industrial de Marín”. Y fueron Sebastián González, y ya en 1921, su sucesor Tiburcio González y Cía., quienes pusieron en marcha la novedad.

También, en ese mismo año, lo hicieron Ramón Pérez, Manuel Costa y Antonio Conde incorporándose a la actividad en 1926, Antonio Solla Solla; en el 33 Ramón Fernández Vilaboa y en 1940 Agustín Rivadulla, todos ellos con talleres de larga trayectoria.

Aparecen las rampas varaderos

José y Antonio Hermida, propietarios de uno e los más importantes astilleros se vieron perjudicados por la construcción de la carretera al puerto (hoy Avenida de Orense) porque fue necesario expropiarles la instalación para ello. Pero buscaron nuevo emplazamiento encargando en1925 un proyecto  al ingeniero Félix Cabello para la creación de una rampa varadero fuera de la carretera y en zona marítimo terrestre para solicitar la concesión necesaria. El proyecto consistió en una rampa de 30 metros de ancho constituida en dos partes, una horizontal, para construir sobre ella el astillero propiamente dicho, y la otra vertical hacia el mar, con una pendiente de 4% por la que deslizar las embarcaciones o varar los barcos para su limpieza y reparación. Los mismos Villanueva y Pardavila eran dueños de otro de los astilleros más importantes en Marín situado en La Mouta, que quedó cegado por la nueva carretera por lo que era imposible lanzar desde allí los barcos hacia el mar. También solicitaron terrenos al borde del mar  en concesión marítimo terrestre y con un proyecto del ingeniero Félix Cabello, firmado en 1926, acaban construyendo una rampa con pendiente de 2% a cuya cabecera levantaron un galpón para trabajar bajo techado, tres vías  de 3 metros de ancho cada una para lanzar y varar los barcos, vías de 55 metros de longitud y una pendiente del seis por ciento. El nuevo varadero obtuvo la licencia y se construyó  en paralelo del ya existente propiedad de los Hermida..

Influencia de la base militar

Manuel Cendán explica en su libro que la nueva base militar existente en Marín tenía problemas, anteriormente a la construcción de los nuevos varaderos, para limpiar fondos de sus barcos y de los torpedos. Obtuvieron una concesión de la Junta de Obras del Puerto para hacerlo en la prolongación del dique del Oeste y proyecto de Alonso Zabala, pero el varadero de servicio militar nunca llegó a ejecutarse.

Claro que establecido el Polígono de “Tiro Janer”, las necesidades militares se acrecentaron y no quedó otra que redactar un nuevo proyecto de varadero que fue obra de Rafael Picó, con 214 metros de longitud, rampa de 70 metros y válido para barcos de 200 toneladas, proyecto que fue devuelto una vez estudiado por la superioridad y sustituido por otro reformado del Ingeniero Director Ramiro Pascual, cuya obra fue adjudicada a Dositeo Gándara, aunque en 1931 la construcción no había sido ejecutada por lo que  se rescindió el contrato. Pero en 1934 surgieron otros dos otro proyectos denominados “Proyecto de Terminación de las Obras”  y “Reformado de las Obras de Terminación” que se adjudicó a Jesús Novas en 1934 que no era otro que el de Rafael Picó pero reformado y que contaba con 70 metros de ancho, 234,5 3e longitud media y una rampa de 192 metros con el 4,5% de pendiente, obra que se recibió en marzo de 1943

Y todos los astilleros tuvieron una intensa actividad dando trabajo a numerosos talleres mecánicos ubicados en las cercanías en lo que a reparación, reforma y construcción de barcos se refiere. En los últimos veinte años, los astilleros y varaderos fueron sufriendo distintos avatares generados por el mismo progreso al que se fue viendo sometido este sector y, en la actualidad, prevalece como una brillante realidad NODOSA que rescató al complejo de una peligrosa deriva y fuertes problemas que a punto estuvieron de hacerlo desaparecer y, desde hace ya varios años, figura entre las factorías navales más importantes de la zona y ofrece cientos  puestos de trabajo, propios o en las empresas auxiliares que trabajan para esta pujante empresa.

Unos ciento veinte años han pasado desde la llegada del catalán Bofill Molfulleda que fue el iniciador de esta realidad hoy industrial de primer orden  que nos ha contado su su libro nuestro malogrado convecino Manuel Cendán Vilela.