Lamentablemente, como en otras muchas cosas, muchos marinenses desconocemos en profundidad la personalidad de nuestros paisanos más egregios en distintos campos de la vida. Todos hemos podido oír en alguna ocasión el segundo apellido de Lino Martìnez Villafinez y nos suena como un buen pintor aunque no conocemos, en grandísima parte, ni su obra ni su vida. Por eso, aprovechando esta recuperación de uno de sus mejores cuadros, hemos ido buscando alguna de las muchas referencias a nuestro ilustre paisano y de todas ellas hemos escogido ésta en la que se le califica de “un gran pintor clásico gallego que retrató incansablemente y con maestría todos los rincones de Santiago de Compostela”, y nos añade la breve biografía que figura en la Web Ciudad de la Pintura, que plasma con finura lo que fue la vida y obra de este excepcional artista marinense:
Nacido en Marin (Pontevedra 1892-1960), Lino Martínez Villafinez es el ejemplo de pintor formado en base a un instinto que asoma espontáneamente desde una infancia de insuficientes recursos y escasas referencias artísticas.
En 1924 se traslada a Santiago, donde compagina un empleo obtenido en el Hospital Provincial con su persistente dedicación a la pintura, que se verá recompensada, en 1926, con la concesión de una beca otorgada por la Diputaciónde Pontevedra para perfeccionar su formación artística en Madrid, y que se le volverá a adjudicar en los años 1929 y 1930.
En 1931 regresa a Santiago, donde vivirá hasta su muerte, en 1970, dejando tras sí una vida de soledades y desazones; las de un hombre recordado como bueno y tímido que no logró sostener la energía vital necesaria para incorporarse a la evolución intelectual y plástica de sus coetáneos, aquellos que agitaron la plástica gallega del momento.
Villafínez es un gallego de alma que transforma su pintura en una crónica de Santiago. Sus pinceles plasman incesablemente las piedras tapizadas de eterna humedad de las callejuelas, rincones, iglesias y plazas de Compostela. Pero es la Catedral el lugar que despierta mayor interés en el pintor, de cuyo Pórtico de la Gloria hizo tantas versiones que fácilmente podía reproducirlo de memoria en sus telas.
Villafínez pinta con entusiasmo las atmósferas, tanto de interiores como de exteriores, y reproduce con cualidades de pintor luminista los infinitos matices que surgen de la intensidad lumínica.
En las décadas de los 30 y 40, cuando su pintura es mas sincera, Villafínez busca el equilibrio ideal entre composición y color, con intensidades cromáticas que se apoyan, en cierta medida, en las soluciones impresionistas en cuanto a la captación de la luz para hacer de ella una interpretación de la realidad.
Una vez más los pinceles de Villafínez dan vida a la Puerta de Platerías de la Catedral de Santiago, la portada del crucero meridional del templo, la única existente del S. XII, cuya construcción fue dirigida por el maestro Esteban. En esta ocasión, el pintor retiene en la tela este esplendoroso rincón, en el momento en que el sol está alto, permitiendo un juego plástico de sombras y luces.
La paleta se viste de colores fríos, especialmente la gama de azules y grises matizados que intensifican un vago sentimiento de desamparo, sólo alterado por vagos reflejos anaranjados. Las pinceladas, aunque lejos de la frescura manifestada en épocas anteriores, se resuelven con una grácil espontaneidad.
Son numerosas las interpretaciones que Villafínez realizó del Hospital de los Reyes Católicos visto en perspectiva bajo el arco de la Azabachería de Santiago de Compostela.
Villafínez da vida a la piedra teñida de humedad, al suelo persistentemente mojado y a la espesura del ambiente que envuelve la histórica urbe compostelana.
El Museo Torres puede ahora mostrar con dignidad este cuadro del Pórtico de la Gloria tan magníficamente restaurado y ello nos dará pie a todos para tratar de conocer más a fondo la vida y obra de Villafinez que puede consultarse en numrosas páginas de la Web con solo escribir su nombre.