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Desde El Escorial para Carriola de Marín

El cometa Halley

Por José Ruiz Guirado

ALLÁ por el año de 1910, aparecería por el Poniente del cielo marínense, este precioso  cometa de brillante cola, que se volvería a ver por 1986, pues su periodo orbital, oscila entre 74 y 79 años. Aparecería por  primera vez en el año 239 A.C., primer año en que se sabe que fue observado: 239 a. C., 164 a. C.,​ 86 a. C. 11 a. C., 66, 141, 218, 295, 374, 451, 530, 607, 684, 760, 837, 912, 989, 1066, 1145, 1222, 1301, 1378, 1456, 1531, 1607, 1682, 1759, 1835, y 1910. Habría, respecto al contacto de su cola de gases  deletéreos con la tierra, múltiples discusiones y todo tipo de controversias sobre sus efectos. Sin embargo, apenas se ponía el sol, a esa hora fusca del día, en el Oeste aparecía la cola amenazadora e inquietante. Llegó a llamársela Lola. Y en el parque de la Herradura, el mejor paraje para su contemplación, se le cantaba:

“Cuando en la playa mi bella Lola,

su blanca cola

luciendo va…”

Por fin, un día se marchó. Y se marcaría un día para morir. El terrible apéndice del asteroide rozaría fatídicamente la Tierra aquella noche. Hubo quien lo tomaría a abroma; otros se le tomarían muy en serio. Los primeros recorrerían las calles y pasear durante toda la noche. Otros, invadirían las iglesias, cumpliendo con sus deberes cristianos.

En este Escorial que habito, cuatro siglos atrás, allá por el año 31 del mil quinientos, también se vio el Cometa. Cuatro años antes, 1927, coincidiendo con el nacimiento el Principito en Valladolid, se produjo el saqueo de Roma. Que sería mal visto por la cristiandad. La presencia del Cometa, sería visto en Castilla, como asunto del mal agüero. De hecho, la emperatriz y madre del futuro Rey Felipe II, se trasladaría de Madrid a la ciudad castellana de Ávila, en busca de buenos aires, evitando la pestilencia que ya estaba produciendo mortalidad en la comarcana madrileña.

Nuestro narrador de esta crónica, se volvería a su hogar, bajando por las Huérfanas se encontraría con Consuelo. Sería una inigualable compañía para paliar  la soledad del terrible suceso que amenazaba esa noche. Vivía en San Roque. Su padre era un honrado fenicio que elaboraba y vendía magníficos chocolates que hacían a la caña más estimable aún. Acabó la noche y con las luces del alba desaparecieron las sombras y el temido Cometa. El mundo no sucumbió; sino que continuó con su rutina prosaica. Se quiere uno imaginar que en el parque de la Herradura quedaría el eco, hecho son de su visita:

 

“CUANDO en playa la belle Lola

su larga cola luciendo va

los marineros se vuelven locos

y hasta el piloto pierde el compás…”