The current Bet365 opening offer for new customers is market-leading bet365 mobile app You can get a free bet right now when you open an account.

¿Qué fue del pequeño gran puerto?

 

No seré yo quien niegue la importancia del Puerto de Marín para la zona de influencia donde se encuentra. Obviar la incidencia económica que tiene para cientos o miles de familias y que genera para la comarca con su actividad sería una frivolidad porque los puertos, bien gestionados y aprovechados, son crecimiento y riqueza allí donde estén. Tampoco se puede negar que el desarrollo urbanístico de Marín se ha visto condicionado por las ampliaciones portuarias y los cierres que implica su seguridad y más cuando se trata de puntos de recepción de mercancías internacionales y personas llegadas de todas partes, como es el caso, e incluso considero con derecho al marinense a criticar o reclamar mayores cesiones de uso al pueblo de las que se le dieron a Marín a cambio de la transformación de su frente marítimo urbano. Y estas dos vertientes son las que afectan directamente, al pueblo y a los vecinos del mismo que acaban instalándose en una u otra idea de las antes expuestas..

Nuestro puerto que arrancó con un simple espigón, ha crecido inusitadamente y con ello conseguido épocas brillantes de actividad y envidia de otras radas más o menos cercanas que, por ser peces gordos, intentan comerse a los peces chicos, como reza el dicho popular, y hasta lo consiguen en gran parte. Cuando se inició la gran expansión del puerto y se abrieron numerosas posibilidades de actividad, algunas claramente inadecuadas como la instalación de empresas ajenas totalmente a la cosa portuaria, se llegó a denominar al Puerto de Marín como "Pequeño gran puerto", lo que hacía presagiar un futuro muy prometedor. Hace unos tres o cuatro años se vendió a la ciudadanía la esperanza de la consolidación de esa positividad con la llegada de barcos de enorme tonelaje que darían un gran movimiento y ocupación.  De aquella ilusión no queda ni el reflejo porque, las empresas navieras son falsas como las pesetas rubias de otras épocas y, de lo dicho, ni la mitad, porque hoy da pena circular por la autovía y contemplar los muelles vacíos un día si y otro también salvo que, de vez en cuando, algún carguero opera en alguno de ellos. Las supergrúas que las empresas portuarias trajeron para descargar los contenedores incluso procedentes del nuevo Panamá, lucen su larga nariz metálica al sol, como oteando el horizonte a ver si llega algo.

El tráfico de fruta que, durante tres décadas fue un baluarte de esta rada, desapareció porque la empresa que lo movía decidió cambiarse para Vigo y la bofetada a Marín, después de darlo todo por él, ha sido espantosa y los números, aunque se quieran ocultar o maquillar, cantan, y ¡cómo cantan!.

Y qué decir de la pesca fresca cuya lonja perdió sistemáticamente año tras año la actividad para quedar muy reducida y con pocas esperanzas de recuperación porque, ahí al lado, está el gigante Vigo que todo lo come, y los barcos buscan las mejores posibilidades de venta además de que se van contando con los dedos de las manos las unidades pesqueras que resisten.

Puestas así las cosas nos queda aferrarnos al pescado congelado y, ahí sí, de momento y hasta ver cuando, contamos con empresas ejemplares que salvan el empleo portuario en su interior por la capacidad de empleo que tienen a la hora de manipular y precocinar los productos que les llegan aunque, en movimiento portuario propiamente dicho, poco generan a no ser al final de las campañas de pesca en los mares del mundo por donde andan.

La cosa está, si no negra, sí un poco gris y este "Pequeño gran Puerto" se nos está quedando sólo en pequeño. Algo habrá que hacer para evitarlo, además de manejar números estadísticos o habría servido de pura frustración el sacrificio de nuestro litoral geográfico en beneficio de la rada. Pues a ver.