Las noticias de esta semana eran, son, esperanzadoras.
La maldita pandemia que lleva un año, ola tras ola, haciéndonos mucho daño, parece que quiere remitir más bien obligada por las restricciones que tienen a la gente en sus casas la mayor parte de su tiempo y también por la ruina que está causando a numerosos sectores, como el de la hostelería, y todo lo que de ella cuelga, que es uno de los polos que sustentan la economía popular. Y desde hace unos días la cosa se ve con esperanza porque bajan jornada a jornada los infectados aunque, dolorosamente, tenemos que presenciar como se van al otro, mundo mucho antes de o que pensaban, inocentes que fueron atrapados por el maldito virus. Eso sí, ya se empieza a escuchar que hay que salvar la Semana Santa, por no decir los carnavales, y éso hiela un poco la expectativa porque es la misma cantinela de las semanas previas a las navidades que ojalá no se hubieran celebrado porque fueron la demostración de una irresponsabilidad general que nos ha devuelto al precipicio.
Claro que no todas son buenas o esperanzadoras noticias porque ahí están los dieciséis “fenómenos” alumnos o aspirantes de la Escuela Naval Militar que se ha reído a carcajadas de las ordenanzas no militares, que también seguramente, sino de las ordenanzas del sentido común y de las normativas que la autoridad competente, civil, para más detalles, han dictado en una titánica lucha contra el maldito bicho que, seguramente, no les atacará a ellos.
Hay quien quiere justificar la gamberrada considerando que “son unos chicos de 19 ó 20 años”, como si jugarse la vida de los demás fuera una cosa de broma. Todos hemos sido jóvenes y más de uno, intrépidos. ¿Quién no se tomó cuatro cubatas alguna vez para llegar “a gatas” a casa procurando no ser oídos por madres, pero sobre todo padres, para no tener que justificar lo injustificable? El que no haya tenido alguna experiencia así, que levante el dedo o tire la primera piedra.
Lo que le ha ocurrido a estos dieciséis fenómenos es que, por un lado, han puesto en peligro sus vidas (ya me importa menos éso) pero sobre todo la de los demás en medio de una pandemia mortífera, y éso debe tener una clara consecuencia en sus responsabilidades. Y lo que aún me parece peor, si cabe, con su actitud, estos dieciséis elementos han puesto sobre una institución ejemplar como es la Escuela Naval Militar, como es la Armada Española, otros tantos borrones que serán muy difíciles de eliminar por la naturaleza de los mismos y porque hay también quien se encargará de magnificarlos hasta el límite de esa global hoja de servicios.
Ser joven da un margen de comprensión pero, cuando ser joven se entremezcla con ser irresponsable y encima con chulería, se convierte en algo más que un peligro. Lamentable el borrón que han echado sobre la Escuela Naval y, mucho me temo que más penoso aún será a nivel individual, el borrón que cada uno ha puesto en su expediente. Ahora que vayan y se lo cuenten a sus madres... y padres.
Julio Santos Pena