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Covid´19, héroes y heroínas en sus puestos de trabajo

Un año llevamos condenados a sufrir el ataque del Covid-19. Un año en que, si nos paramos a pensar, se ha pasado volando, como si a quienes no nos ha atacado todavía, nos quisiera robar un tiempo precioso en el que nos ha alejado de casi todo lo habitual y lo extraordinario. Hemos visto pasar de largo las ocasiones en que cada año disfrutábamos especialmente en viajes, fiestas o celebraciones entre familiares o amigos sin miedo al bicho y sin haber pensado nunca que, con tanta modernidad y con tanto adelanto, un ser que ni se ve, pueda ser capaz de poner al mundo patas arriba de semejante manera.

Claro que, por mucho que queramos lamentarnos de lo que hemos perdido, nunca será ni medianamente lo mismo que la angustia de quienes han visto, mejor dicho, se han enterado de que sus seres más queridos se fueron sin recibir su aliento en los últimos momentos de su vida. Pasarán muchos años, incluso varias generaciones para que pueda olvidarse este trance y dentro de un siglo, si no se atraviesa un “primo” del Covid antes, se contará la historia como se hace ahora con otras pandemias antiguas.

Y en medio de esta zozobra es necesario no olvidarse ni por un momento de los héroes y heroínas de esta guerra. Los hay de todos tipos y colores empezando por el personal sanitario que está viviendo una etapa de su vida profesional cargada de angustia, de miedo, de valentía y, sobre todo, de responsabilidad profesional, enfrentándose día a día, noche a noche, no sólo a una enfermedad letal y peligrosa para los pacientes y para ellos mismos, sino a la angustia emocional de verse involucrados en la despedida final de personas con las que han convivido en sus últimos días de vida atando un invisible lazo de fraternidad para suplir el calor familiar que les faltó por evidentes motivos sanitarios. Desde médicos a celadores, pasando por personal de enfermería, farmacia o administración, merecen, y lo tienen, el reconocimiento y el ánimo de toda la sociedad.

Pero no sólo l@s sanitari@s, aunque sean éstos quienes están en la primera fila del frente, porque hay otros sectores que también merecen ser reconocidos. Y me refiero a los maestr@s y profesor@s de los distintos centros de enseñanza, capaces de mantener el tipo atendiendo al alumnado sin saber cuántos o cuales pueden ser asintomáticos a la hora de producir contagios entre el colectivo escolar. Trabajar con las ventanas abiertas en pleno invierno y con la incomodidad de relacionarse con los alumnos con la cara tapada de unos y otros por la mascarilla y embutidos en gruesos abrigos, es lo más incómodo y antinatural que se haya dado nunca en el ambiente educativo. Pero la profesionalidad de los docentes y la responsabilidad de los alumnos,  ha sido y está siendo ejemplar, por lo que también merecen el aplauso general.

Y hay muchas otras personas que, cumpliendo con sus deberes, no se arredran ante el virus. Se me ocurre pensar en quienes atienden las cajas de los supermercados; quienes venden en las plazas de abastos; quienes conducen vehículos de transporte público o quienes hacen los repartos de alimentación u otros artículos necesarios para que la vida siga su paso normal. Todos ellos y, seguramente otros sectores que, involuntariamente, me quedan atrás, posibilitan que el virus no nos derrote del todo y que la vida fluya del mejor modo pese a todos los inconvenientes.

Ánimos hay que darles a todos ellos y también a los del gremio de la hostelería que son el sector más perjudicado por las decisiones de quienes mandan que han considerado que este sector tiene una mala incidencia en la pandemia. Muchos, pero muchos, se ven abocados a la ruina y ahí si que tenemos que apoyarles en demandas de ayudas, tan directas como pueda ser, para que esos negocios que arrastran tras ellos a otros muchos como el transporte, las distribuidoras etc. pero, sobre todo, el personal a su cargo, se mantenga hasta su recuperación. La hostelería es en este país, quizá el principal pilar de la economía y merece un respeto.