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Desde mi Escorial para Carriola de Marín

5 DE JUNIO SAN BONIFACIO

Carriola.José Ruíz Guirado.05.06.21

DESDE  que me comprometí con el amigo Julio Santos Pena, en colaborar desde este  Escorial que habito, en la publicación CARRIOLA DE MARÍN, estoy pendiente cada semana para no faltar a mi cita. Este mismo día (5 de junio, festividad de San Bonifacio), estaba rematando mi contribución con un “breve” (El breve es un género periodístico que se caracteriza por su brevedad y concisión. Se podría decir que se trata de una noticia resumida, en la que se mantienen únicamente los datos más relevantes). Le debo el nombre, a un viejo amigo (no de edad), ingeniero de minas, quien me enseñó la réplica de la mina de La Carolina (El Centenillo), en la provincia de Jaén. En ella trabajó mi abuelo en la Contabilidad. Sería alguno de los personajes que aparecerían en la novela del gran amigo carolinense Manuel Andújar, “El vencido”. Decía que estaba rematándolo y, (soy la persona más despistada y torpe del mundo para estos menesteres) no sé qué hice, ni dónde di, con tan mala fortuna que, lo borré todo. Imposible de recuperar, ni encomendándome al santo del  día -San Bonifacio-, a quien se le atribuye la invención del primer árbol de Navidad, allá por el año 723.

Bonifacio viajó con un pequeño grupo de personas a la región de Baja Sajonia, en donde un grupo de paganos a los que conocía iban a realizar un sacrificio humano al dios del trueno Thor, en la base de un roble que consideraban sagrado. El grupo de religiosos llegó en vísperas de Navidad, justo a tiempo para detener el sacrificio. Según se cuenta, interpuso su báculo entre el niño al que matarían y el partillo de piedra con el que lo asesinarían, rompiéndolo y salvando la vida del pequeño.  Bonifacio tomó un hacha y, según la leyenda, cuando la blandió, una gran ráfaga de viento tumbó el árbol, que al caer al suelo se rompió en cuatro pedazos y después construyó una abadía con su madera. Para adorar dio a los paganos un pequeño pino, en el que pidió no se perpetuarían actos sangrientos y le dio el nombre de "árbol del Niño Jesús", pidiendo que en sus hogares se reunieran alrededor de él en época de Navidad.  Se cree que así es como dio inicio la nueva tradición en Alemania, llevando un abeto hasta sus hogares, decorándolo y colocando regalos a su al rededor. ​

Me acordé de Manuel Torres, sabiendo que detrás del excelso pintor está un hombre de Letras. E incluso del bachiller Valle-Inclán en su estancia y estudios en Pontevedra. Pero ni Bonifacio, ni Manuel Torres, ni Valle-Inclán iban a remediar el desastre. Hasta tenía apartado a Hipólito de Sá Bravo, con quien compartí inolvidable jornada, precisamente, en el Museo Manuel Torres de Marín, en la presentación del libro “Intrahistoria de Marín”, el 22 de mayo de 1998. Como no puede ser de otra manera, todo se andará y se escribirá. De paso, a ver si nos da tiempo y decimos algo para San Juan; en las fiestas populares, de junio de las que llamaba don Julio Caro Baroja, “La Estación del amor”.

    BUENO, parece que hemos llegado hasta el final de la plana en este día. Tampoco podemos llamarle aciago, porque no ha producido desgracia, tristeza o sufrimiento alguno: no hay mal que por bien no venga. Así, hemos recordado a magníficos amigos y rememorados hechos significativos para Marín.