Carriola.J.S.P.19.07.21
Mucha imaginación hay que tener para hacerse a la idea de como era el casco urbano de Marín en el primer cuarto del siglo XX, hace bien poco. Otras veces hemos comentado y todavía se puede ver en esas fotos antiquísimas, que desde la Banda do Río hasta Placeres era casi todo una playa, dividida por salientes que daban nombres a cada cala de la misma. Dice Manuel Cendán Vilela en su libro “Marín en las Tarjetas Postales Antiguas” que esta villa siempre tuvo un problema de accesos adecuados y era evidente porque la vía principal desde Pontevedra y hacia el Morrazo era la que hoy denominamos carretera antigua.
Y de ahí que quienes gobernaban de aquella dieron en abrir una nueva vía cerca del mar que provocó la creación de una zona libre entre ella y las casas, que denominaron “Zona de Ensanche” cuando corría el año 1906. Se encauzó el Río Lameira creándose otra explanada donde hoy está el mercado municipal y a aquellos terrenos había que darles utilidad. No eran terrenos municipales pues, ganados al mar, prácticamente, pertenecían a instancias superiores, al Ministerio de Fomento, concretamente, que estuvo dispuesto a, previa tasación, otorgar el derecho al ayuntamiento que estaba por entonces “fané”, lo que dificultaba la propiedad municipal.
Los ingenieros Teodosio Domínguez y Rafael Picó contraprousieron sendos proyectos encargados por el Gobernador Civil al primero y por el ayuntamiento al segundo, para el mejor aprovechamiento de la zona de ensanche ganada a mar y río. Fue aceptado el de Picó que tenía un importe de realización de 184.560 pesetas pero, el ayuntamiento no duro para hacer el depósito exigido por lo que hubieron de ser Francisco Crespo e Ignacio Barreiro quienes adelantaran, de su pecunio particular, las 5.540 pesetas necesarias.
Había además una petición de José Alcántara para construir un gran almacén y un muelle en el terreno ganado al mar frente a su casa (actual situación del parque infantil), petición a la que renunció con condiciones, tras pedírselo el pleno municipal celebrado el 14.07.1925. Al final, por 6.500 pesetas se adjudicó al ente municipal la franja ganada al mar entre O Tombo y el Puente de la Libertad ubicado frente a la actual finca de Briz.
Y ahí empieza la historia de nuestra alameda, hoy Rosalía de Castro, para cuya consecución hizo falta realizar un relleno con piedras y tierras que el constructor Gilberto Vázquez Fernández, solicitó extraer del antiguo cementerio ubicado en el entorno del Parque Eguren permiso que se le concedió con la exigencia de que dejase medio abierta la actual calle Ezequiel Massoni. Es decir, que nuestra alameda puede contener en su subsuelo algunos restos humanos procedentes de esos rellenos. Hicieron falta otros 4.000 metros cúbicos más de tierras para terminar la obra y se le adjudicó el trabajo a Dositeo Gándara como mejor postor.
Y el ayuntamiento recoge la obra del relleno en agosto de 1927 disponiéndose a convertir la zona en la alameda que proyectó Rafael Picó con varios reformados sobre la primera idea. Uno de ellos fue la dotación de un mirador que no es otra cosa que la actual balaustrada sobre la Avenida de Orense que, si de aquella miraba al mar, hoy lo hace a los contenedores vacíos del puerto. También se proyectó la iluminación, los bancos, la escalera de subida desde donde está la parada de autobuses y la apertura de la calle Almuíña que, en la actualidad, conecta Jaime Janer (en aquel momento inexistente) con Plaza de España.
Treinta bancos construidos por Jesús Pol; Columnas de iluminación suministradas por Ramón Pol; árboles llegados de Madrid y Valencia y una preciosa fuente que iba a ser ubicada en el centro pero, por preciosa, se quedó en el tintero.
El primer nombre que tuvo el parque fue “Paseo del General Primo de Rivera” y se estableció el día de la inauguración, 8 de septiembre, como festivo declarándolo de la Patrona de la Villa ubicando una artística placa en el edificio donde estaba la centralita telefónica (actualmente la cafetería Aroma ) frente a la Rúa da Roda.
Proyecto de la Alameda de Rafael Picó
Y a tan preciosa obra que cambió la fisonomía urbana de Marín, había que ponerle el broche de oro que no sería otro que un palco de la música. Otra vez Rafael Picó hizo incluir en su proyecto la construcción de lo que se denominaba entonces “kiosco para la música” elemento que, con anterioridad se montaba cada fiesta en madera para eliminarlo al final de la misma. Hecho de sillería con piso de ladrillo y viguetas metálicas, fue ya una obra excepcional para la época pero, además, Picó incluyó el techo sobre columnas de fundición y barandilla del mismo material que pusiera el punto elegante a la nueva alameda.
Constantino de la Torre se encargó de la sillería; Tiburcio González de la balconada y Jesús Pol y Manuel López realizaron el acondicionamiento de la obra que, junto con la de los jardines, vino a costar la cantidad de 144.232,61 pesetas, según recogió en los documentos tras arduo trabajo, Cendán Vilela.
Aquel palco fue un verdadero atractivo y allí actuaba la Banda de Música Municipal cada domingo. El posterior desuso fue minando su seguridad por lo que una Corporación, para evitar peligros, decidió desmontar el techo y sus columnas por lo que quedó mutilado de uno de sus más importantes elementos de resonancia. La corporación municipal, ya en tiempos de la primera corporación democrática cuyo alcalde era Pierres Martínez, decidió restituir y mejorar el “sombrero” localizando el proyecto de Picó para su reproducción exacta y ornamentalmente mejorada sobre todo en lo que a iluminación se refiere.
Hoy en ese templete apenas caben las bandas de música actuales que, por el número de componentes, incluso tienen que actuar en el suelo en cualquier zona de la alameda.
Durante muchos años la alameda fue centro de reunión social por la que se paseaba de punta a chicote siempre por la derecha para dejar pasar a los que venían de frente. Hoy, no tan multitudinaria como entonces, sigue siendo un elemento urbano de sustancial importancia para Marín.
Otra vez tengo que reconocer el valor del ímprobo trabajo de Manuel Cendán al recoger todos estos datos que componen la historia reciente de nuestro pueblo