Carriola.J.S.P.22.10.21
Que fácil es ahora darle al grifo y que salga agua, especialmente en una zona como la nuestra donde pocas veces sufrimos restricciones por la sequía. Pero eso es ahora, desde hace casi nada, y quienes compartan mi edad que ya no es poca, tendrán en su recuerdo el ir, sobre todo a finales del estío, a buscar agua a las fuentes de Marín que echaban un chorrito de nada pero al menos daba para llenar un balde, un cubo, o un garrafón de cristal, después de hacer cola mucho tiempo hasta llegar a la billa.
Y recordamos también a las lavanderas que venían a buscar la ropa un determinado día para lavarla en el mismísimo río o en los lavaderos cerrados que ya había, poniendo las prendas al clareo para que el sol hiciese su trabajo de blanqueado. Hoy aquello es un lejanísimo recuerdo y las nuevas generaciones se limitan a colocar los trapos en la lavadora, poner detergente en un cajoncito y darle al botón. La máquina hace el resto. Nada que ver con hace tan solo 50 años aunque a esas nuevas generaciones les parezca que contamos las batallitas del famoso “abuelo Cebolleta”
Manuel Cendán, al que recurrimos una vez más para saber de aquellos tiempos, en su libro “Marín en las Tarjetas Postales Antiguas” dedica un capítulo a hablar de cómo llego el agua a las casas de Marín. Tras recordar lo que en el párrafo anterior acabo de comentar, Cendán nos habla de las fuentes públicas de las que hubo varias, no muchas, esparcidas por los barrios marinenses para dar servicio a sus vecinos. “Hasta la mitad del siglo XIX - dice - las fuentes estaban en lugares periféricos con manantiales y fuentes rudimentarias como en el caso de A Costa, Fuente Nueva, Busto, Banda do Río, Pitanxo, Tombo y Cantodarea y, a lo largo del tiempo se establecieron otras en diversas calles : El Puente, Ribera Mayor, Pingue Pingue, Puente Zapal y, más adelante, la del atrio de la Iglesia vieja”. Muchas de ellas han desaparecido, seguramente por la progresiva llegada del agua de la traída a las casas, pero aún quedan algunos vestigios de aquella cultura del agua pública y Cendán Vilela centra principalmente su relato en la “Fuente de la Villa”, que fue la primera de todas, ubicada en la Rúa da Ponte, antes Bastarreche, que mantiene su estructura pero no su entorno, hoy ocupado por edificios que la circundan.
En agosto de 1855 el Pleno del Ayuntamiento acuerda arreglar el camino de la Cuesta y, según localiza en el acta de la sesión Cendán, se acuerda “llamar a inteligentes en hidráulica o sea mineros para sacar agua del paraje más conveniente y que el Ayuntamiento señale, para la fuente de esta Villa que está presupuestada”. El agua de la fuente de A Costa era una de las más apreciadas en Marín.
El día 29 de este mismo mes y año se da cuenta de que enseguida se presentó José Montes, vecino de Bueu, de oficio minero, y propuso sacar agua para la fuente por un presupuesto de 2.600 reales. El tal Montes no supo hacer bien su trabajo e hizo mutis por el foro. A los tres años de la concesión, fue requerida su presencia mediante el ayuntamiento de Bueu para que diera agua a la fuente, bien con pozo in situ, o trasladándola desde A Costa, o que devolviera el dinero ya cobrado.
No debió ser fácil la cosa porque según recoge Manuel Cendán, ya fue en 1865 cuando el Ayuntamiento acuerda que “se mande venir a una persona facultativa o inteligente en hidráulica para que reconozca los sitios que sean apropósito y que ofrezcan seguridad de dar agua todo el año”. Y en el período entre 1866 y 1883, se hicieron algunas fuentes menores como la de Rivera Mayor prolongando la mina de la de Banda do Río; se recompuso la Fuente del Busto que estaba destrozada y se reparó la fuente del límite entre Pontevedra y Marín, pero Marín seguía sin tener una fuente adecuada a su importancia urbana por lo que, ya en 1883, el Ayuntamiento formó una comisión mixta de aguas que estudió los alrededores bajo la dirección de Alejandro Sesmeros y no encontraron otra agua más fácil de conducir a la población y mejores condiciones, que la de la fuente de la Cuesta, situada en una finca propiedad de Manuel Pazos Santos aunque, según el estudio hecho, habría que valorar la cantidad de caudal de posible aprovechamiento para aquel fin. El 31 de julio de1883, se acuerda pedir al propietario el permiso para realizar los trabajos.
Y allá se pusieron de acuerdo para la exploración con la condición impuesta por el propietario de que después debería quedar todo perfectamente reparado. Claro que siempre hay quien se considera perjudicado y ese fue Ricardo Munáiz, propietario entonces de la actual Finca de Briz, que reclamó un perjuicio al agua de su finca por culpa de las obras de excavación y demás para hacer la prospección, acordando la Corporación resolver el problema.
La comisión da el visto bueno y el proyecto que se presenta por el arquitecto Sesmeros, se importa 24.000 pesetas lo que una parte de la corporación estimó excesivo porque habría que añadirle otros gastos de expropiación de terreno y de agua con lo que podría llegar la fiesta a las 40.000 pesetas. Pero, por otra parte, estaba la presión vecinal que reclamaba agua urgentemente.
Aquel primer proyecto se quedó en otro reducido a 8.345 pesetas tras haberse formado otra comisión que hablase con el arquitecto para explicarle las cuitas económicas municipales y pedirle que podara en lo posible aspectos menos importantes del proyecto que no fuesen simplemente la conducción del agua. Aún hubo otro problema más porque de nuevo Ricardo Munáiz reclama derecho sobre el agua que atraviesa su finca y hubo de hacerse consulta de derecho que le dio la razón por lo quela corporación decidió, el 10 de febrero de 1884, iniciar una negociación amigable. Munáiz se puso bravo reclamando una cantidad inaccesible para los fondos municipales, y vuelta a nombrar una comisión para buscar agua en otro punto que fue en un terreno baldío en “Regueiro de la Cuesta”. Y de allí se obtuvo el agua iniciándose las obras de exploración y formación de la galería que la condujese a la Fuente de la Villa. José Bucea fue el encargado de construir el depósito de 30 cuartas de longitud por 10 de ancho y 20 de profundidad; hacer las galerías hasta la embocadura del Puente, atravesar el río Lameiriña y seguir en línea recta hasta el lugar designado en la calle del Puente en un terreno de dos concas. Aquella obra, que fue realizada por subasta por Manuel Veiga Lorenzo, se importó la cantidad de 3.633 pesetas.
Todavía hubo que litigar con Atanasia Paz y Josefa Losada por los recursos interpuestos ante las expropiaciones pero el 3 de noviembre de 1889 e contratista entregó la obra finalizada según proyecto para, siete días después, ser inaugurada por la Corporación, bendecida por el cura párroco y celebrada con banda de música y bombas de palenque, no en vano era la primera fuente, verdaderamente fuente, de Marín que fue conocida por “Fuente de la Villa” o “Fuente de los Aligustres” atendiendo a la arboleda que la rodeaba.
Después vinieron otras fuentes en distintos puntos pero contamos con el legado de Manuel Cendán Vilela para hablar de ellas otro día.