J.S.P.
En Marín son cinco las instituciones de solidaridad que pretenden aliviar, sobre todo en lo que a necesidades alimentarias se refiere, las necesidades de muchas familias del entorno, porque también se atiende en ellas a personas de la díscola Estribela y hasta de Placeres, que quieren ser de Pontevedra pero “vivir” en Marín, que es más cómodo. Cada asociación cuenta con un pequeño número de personas que echan la labor sobre sus espaldas, y otras que apoyan de alguna manera, sobre todo moral y económicamente, el trabajo desinteresado de los más implicados en el socorro. Ahí están las sedes de las distintas asociaciones para ver y visitar, por si alguien quiere convencerse de una labor callada y altruista en la que nadie cobra nada por su dedicación y, a cambio, suelen recibir frecuentes desprecios en forma de comentarios inadecuados e incluso insolentes, a los que, si los que están “dando el callo” hicieran caso, cuatrocientas o quinientas familias se quedarían sin recibir la ayuda que, por desgracia precisan, porque no tienen ni para dar de comer a sus hijos la mayor parte del mes. Y no digamos la perspectiva de futuro inmediato que se nos viene encima con esta crisis de la pandemia que ha dejado en la calle a cientos de familias muchas de las cuales no sospecharon nunca semejante revés.
Viene esto a colación porque nos hemos enterado de que alguien ha presentado una queja o una denuncia no sé donde, contra una asociación de las cinco marinenses, tratando de echar basura sobre sus responsables, denuncia a todas luces injusta, como ellos sabrán defender en el caso de que alguien venga sobre ellos, aunque estoy seguro de que se irán de vuelta porque, contra la buena voluntad, no hay argumento alguno que oponer, salvo que se cometa un delito que sería fácil de demostrar y justificado condenar.
Los voluntarios y voluntarias que empiezan acercándose tímidamente a la labor, se encuentran al poco tiempo enfrascados en la misma con el compromiso a cuestas al ver la realidad social en la que estamos imbuidos, no se merecen en modo alguno la suspicacia y hasta el desprecio que siempre va aparejado a denuncias anónimas que sólo oscurecen una labor tan necesaria como que, si las cinco asociaciones marinenses cierran sus puertas, se ocasionaría un problema enorme a las familias pero sobre todo a las instituciones gubernamentales de cualquier nivel que se verían en un gran aprieto para evitar una “guerra civil” a las tres semanas de que las familias no tuvieran para comer. Echar basura sobre quien trabaja es fácil y sobre todo cuando, quien la echa, se esconde bajo el anonimato y la cobardía de no dar la cara.
Por fortuna, en Marín, las cinco asociaciones que trabajan en este campo, están perfectamente coordinadas con los Servicios Sociales Municipales. Las asistentes sociales del concello con Teté al frente y, también hay que decirlo, la concejala del área, Marián Sanmartín, hacen lo que seguramente pueden para mantener esa coordinación. Ninguna familia o persona puede acudir en demanda de ayuda a dos o más entidades, como podrían hacer en algún momento ya lejano, porque hay un sistema de control, centralizado en Servicios Sociales que contingenta a los beneficiarios mediante fichas personales en una u otra entidad y, casi siempre, a elección del consumidor.
Los alimentos que se entregan proceden, en todos los casos, de varios orígenes. El Banco de Alimentos, la Unión Europea o, en una enorme parte, de la recogida bien de madrugada o a cualquier hora del día, de donaciones de supermercados, tiendas o personas que quieren echar un cabo porque su conciencia así se lo exige. Dinero, poco y escasísimo para poder ayudar, y cada día más, a quien se queda sin posibilidades de pagar la luz que ilumina sus casas; los alquileres que les ahogan o cualquier otra necesidad económica que pueda surgir sobre todo en el tramo farmacéutico u otras necesidades que surgen inesperadamente. Y es en el plano económico donde las ayudas son más escasas salvo las que se reciben de la injustamente denostada ENCE o de subvenciones municipales que algo ayudan, por lo que son muchas veces en que los voluntarios de cada asociación tienen que hacer un “escote” para solucionar problemas de aparición repentina.
Valga este comentario para concienciar a los más críticos de que tengan cuidado con lo que vomitan por la boca; que se aseguren de lo que dicen porque este tipo de denuncias y maledicencias hacen un daño tremendo al ánimo de quien ofrece su trabajo en favor de los demás. Y si no, que vayan ellos y lo hagan.